Las cosas no son como son, sino como nosotros las vemos, la realidad absoluta no existe, existen diferentes realidades, tantas como observadores de la misma hay.
Por ello, cuando iniciamos una exposición, una conversación o un artículo, debemos pensar que lo que nosotros decimos no tiene por qué coincidir con lo que los demás perciben.
Sin embargo, nos empeñamos en hacernos entender de una manera que, a veces, esto se convierte en un auténtico galimatías para los receptores de nuestras palabras.
La reflexión que me surge es, que difícil resulta hacernos entender, buscando en los demás ideas similares a nuestros pensamientos y, que duro resulta entender a otros cuando lo que nos cuentan no está dentro de nuestros esquemas mentales.
Somos cautivos de nuestros procesos mentales y nuestro empeño en que los demás vean las cosas como nosotros las percibimos nos lleva en muchos casos a plantear nuestro esquema de diversas maneras, buscando que así consigamos que nuestros esfuerzos tengan su fruto.
Pero como dice el refrán “No aclares que oscureces”, nuestro empeño en que los demás vean nuestra realidad consiste en reforzar nuestros mensajes con expresiones tales como “es decir,… como quería decir,…. No sé si me explico,….
Y seguimos embarcados en nuestra pretensión lícita, de que así conseguiremos que vean lo que les decimos.
Nuestro empeño, muchas veces, está en hacernos entender hablando y no escuchando. Creemos, en estos casos, que si volvemos a decir lo mismo con otras palabras, e incluso añadiendo alguna nueva matización, conseguiremos nuestro objetivo.
Esto puede ser un camino hacia el resultado, pero también puede ser una senda que nos aleje del destino.
Debemos ser capaces de detectar si nuestro objetivo está cumplido, si nos acercamos al mismo o por el contrario nos estamos distanciando.
Para ello tenemos dos caminos, ambos enfocados a detectar como, nuestros interlocutores, están percibiendo nuestros mensajes.
Si entre nuestras pretensiones está que nuestro mensaje sea percibido como nosotros lo entendemos, una de las mejores formas es saber cómo están comprendiendo los otros nuestros mensajes.
Existe otro camino, que aunque no exclusivo, si puede ayudar a “hacernos entender”, esta es la senda de indagar y verificar.
La comunicación tiene dos paso, el hablar y el escuchar, no podemos establecer un buen canal de comunicación si no somos capaces de orientar de manera idónea ambos factores.
Para poder escuchar y saber que nos entienden, el aclarar no siempre es la vía correcta. Indagando que entienden de nuestro mensaje y que no, verificando a través del mensaje del otro que es lo que ha entendido y lo que han percibido, nos ayuda a no oscurecer nuestro mensaje y ,nos abre a descubrir alternativas y modelos de percepción diferentes al nuestro. Ello nos pueden ayudar a percibir alternativas que has ahora estaban ocultas.
En resumen, dicen que la sabiduría de los refranes es manifiesta, por lo tanto no nos empeñemos en aclarar y sí en escuchar más, creo que ello mejorará nuestras comunicaciones y no oscurecerá nuestros mensajes.