Oficial de guardia febrero: Javier Martín de la Fuente
Condiciones de travesía: IPC interanual 0,8%, variación mes -1,2%.
Incremento efectos impagados 43,9%. PIB Q4 -0,7%.
Empresas Inscritas SS -5,6%, Trabajadores Afiliados SS -5%
Salimos de puerto al alba en rumbo de intercepción, el 2 de febrero recibimos un SOS. 7 de febrero: avistamos una organización de gran tonelaje con bandera española. El telégrafo funcionó y nos invitaron a abordarlos. No parecía tener actividad en cubierta. Su capitán, hombre adusto y curtido en mil batallas, nos puso al corriente de la situación. A estribor, por el área de producción, habían avistado un despido colectivo gigante (monstruo marino que emerge a la superficie para alimentarse de organizaciones con problemas en la sala de máquinas o en las comunicaciones, cuando la temperatura económica desciende). Las bajas serían numerosas y, entre ellas casi la mitad de los oficiales.
Se aprestaban a la lucha.
El capitán Oquendo, postrado sobre las cartas de navegación, los convocó una vez avistado el monstruo. Juntos, trazaron la ruta de evasión. Cuatro de ellos supieron que morirían en la batalla (Oficial 1º Intendencia, Oficial 1º Compras, Oficial 1º Contramaestre Finanzas y Oficial 1º de Puente y segundo al mando), pero debían utilizar toda su experiencia y sus habilidades para que la organización sufriese las menores bajas posibles y continuase la travesía en la corriente de beneficios.
Decidieron que lanzarían los botes para que la tripulación, una vez avituallada, conforme a las leyes del mar, pudiera abandonar la organización en busca de nuevos embarques. Cada bote sería escoltado por otros buques en función del destino, algunos serían protegidos por un buque de recolocación que lanzaba señales continuas a otras organizaciones que continuaban a flote.
Los oficiales, aislados, desmotivados pero aguerridos, demostraban continuos sentimientos de culpa, rabia, frustración e incluso temor, iban a perder parte de la tripulación que ellos mismo seleccionaron, formaron y gestionaron durante múltiples operaciones y, sabían que ellos mismo iban a ser arrastrados por el monstruo, ahora dudaban de su destino profesional y personal.
Del día 7 al 14 trabajamos intensamente en el pañol de comunicaciones; el comandante Echegaray preparó una batería de medidas encaminadas a apoyar a los oficiales en su difícil tarea de no embarrancar.
15 de febrero: subimos nuevamente a bordo del Nuestra Señora de Gran Consumo, el capitán Oquendo nos recibió inmediatamente. Gran parte de los oficiales estaban reaccionando como era de esperar en razón de su rango y condición, pero no todos. Por otra parte, la tripulación estaba expectante, se cumplían con mayor rigor las normas y procedimientos, aunque los corros eran cada vez más frecuentes y el rumor se confundía con las brumas del amanecer.
Nuestra labor se centró en los oficiales, en todos, con independencia de su suerte. Una primera conversación individual nos dio una idea bastante clara de sus posiciones personales y de cómo influían estas en la percepción de la situación y en la disposición de no hacer agua con los equipos.
23 de febrero: parte de la tribulación embarca en los botes salvavidas, seguimos dando soporte a los oficiales.
24 de febrero: El Nuestra Señora del Gran Consumo, no es el mismo, el casco permanece, pero los pañoles han cambiado, los hombres han cambiado. Hace días que partieron los botes escoltados, empezamos a arranchar, nuestra duda es que pasa por la cabeza del Capitán. 25 de febrero: nos preparamos para incorporar a nuestra tripulación a los primeros oficiales que han de tomar una nueva derrota.
27 de febrero: el Capitán, con nuevas órdenes, manifiesta la necesidad de alcanzar un nuevo puerto para rearmar y adquirir el utillaje necesario para seguir el nuevo rumbo. En la soledad de su camarote le surgen dudas sobre la idoneidad de sus oficiales ¿sabrán pilotar con un nuevo rumbo y con nuevas necesidades, hasta ahora desconocidas?
… continuará