Salía de casa con una sana intención, comprar algunos regalos a la familia. Tome un taxi para desplazarme a uno de los grandes almacenes de mi ciudad, pensando que ir en coche sería un error por la entrada al parking y desde luego no iba a volver cargado de paquetes en autobús o el metro. Cosa de la que horas más tarde me arrepentiría.
El taxista, de familia gaditana, me puso la cabeza como un bombo con el tema de la pesca y los acuerdos con Marruecos. “Tenemos tanto derecho como ellos, pero cómo consentimos que los europeos nos traten así. Hay que incrementar las licencias y exigirlo, pobre gente, no tienen trabajo”
El taxista me dejó en la puerta, nos deseamos unas felices navidades y me adentré en la gran tienda. Antes de viajar por las plantas de señora, jóvenes, música y librería, decidí darle un punto de frescura a mi cabellera y directo a la peluquería. Me senté durante 10 a que llegase mi turno, lo cual me sorprendió pues habitualmente o tienes hora reservada o durante la espera terminas por leerte “la Espasa”. Puse a funcionar mi oído y la conversación de uno de los clientes con su correspondiente peluquero era de lo más interesante: “Esperemos que ahora Rajoy haga una reforma el profundidad del mercado laboral, sí contestaba el rapado. Con un contrato único la cosa será más sencilla. Y ¿Qué me dice usted de las indemnizaciones por despido y las jubilaciones anticipadas? Una vergüenza contestaba el otro. Verás como este gobierno pone orden, las quita y deja una indemnización asumible? No se no me fio, contestaba el de la tijeras, yo tengo derecho a los 45 días si al jefe se le ocurre mandarme a la calle”. En estas estaba cuando oí nombre, perdiendo el resto de tan reseñable como habitual conversación. Mi barbero, tenía una tendencia más financiera, su salida a la crisis era de la de subir 5 puntos los impuestos de alcohol, tabaco y todos los bienes de lujos volver a implantar un IVA elevado. No conocía yo a Felipe, 3 años de económicas para acabar de jefe de sala en una barbería.
Lindo y con el traje de la cabeza a modo de lord inglés, me dirigí a la sección de señoras. No tenía muy claro que comprar así que di un paseo por las sendas bordeadas de manglares de ropa y tótems sonrientes que invitaban a decidir. Me paré ante una preciosa chaqueta de cuero, justo detrás de dos hombres que charlaban amigablemente. “Oye, tu que piensas de la reforma de la educación, veras como no sirve para nada, van a volver locos a nuestros hijos. El otro sonriente le contestó, he leído que quieren quitar un año de secundaria para ponérselo al bachillerato, y la verdad no sé que van a conseguir con eso. No, no, yo creo que lo que van a hacer es recuperar el COU. Pues a los chicos les vendría bien un año más de preparación”
Seguí mi camino, compre varios regalos, pero no dejé de pensar en las conversaciones en las que había participado activa o pasivamente. En la sección de juegos, pagué el último y el dependiente (debería decir vendedor) me propuso, “llévese dos, en el segundo le hacemos un 40% de descuento” El fogonazo fue inmediato. Reforma en el departamento de juegos.
Sana costumbre la nuestra de llamar a las variaciones de algo reformas y no conseguir reformar nada. Me fui a casa, con mis paquetes, arrepentido de no tomar el metro o el autobús y continuar escuchando conversaciones para la reforma sin reforma. El taxista se mantuvo callado, fue un remanso de paz que me permitió pensar. “¿Que clase de reforma es aquella que incrementa o disminuye, capturas, contratos, días de indemnización, impuestos, años de estudios o número de funcionarios? Siempre pensé que reformar era cambiar los procesos y fundamentalmente la conducta de las personas frente a esos procesos, no únicamente las herramientas de los procesos. Efectivamente, las empresas hacen lo mismo que el resto del país, cambian las herramientas pero no el como se deben usar.
Bendita reforma. Bendito 2012, uno más.
San Felipe Neri, solía despedirse con estas palabras “sed buenos, si podéis”
Feliz año para todos.