Solemos decir que la Constitución es la Ley de leyes. Una visión jurídica que, como tal, aporta un marchamo de seriedad y de cierto alejamiento del ciudadano. Los principios generales del derecho, como los principios generales de la economía o los de cualquier cosa, incluso los del sentido común, sirven para poner arcenes a los caminos que se desarrollan. Mi reflexión gira en torno a esos arcenes que a lo largo del tiempo, por proteger el camino,
Yo, considero que la constitución es el conjunto de guías que nos hemos dado para alcanzar un objetivo superior, VIVIR MEJOR. A partir de esa guía desarrollamos procedimientos que nos deben permitir cruzar el espacio desde donde nos encontramos hasta donde queremos ir.
Hoy hablamos de si hay que reformar la Constitución, si hay que privatizar la sanidad, si unos territorios tienen o no tienen derecho a la independencia, si es correcto incrementar las tasas de acceso a la justicia, si la educación debe ser común o no, si el sistema financiero funciona o no, si la reforma del mercado laboral es efectiva o no, si los interlocutores sociales, sindicatos y patronal son representativos o no, y un larguísimo etc… ¿A caso es importante esto? simplemente NO.
Sin saber donde vamos, no podremos tomar medidas correctoras, ni por supuesto explicar los palos de ciego en que se convierten las decisiones. Tomemos algunos ejemplos:
- ¿Se puede reformar la Constitución?: Sí, siempre que tengamos claro para qué, en cuanto tiempo se va a conseguir ese para qué, cómo vamos a saber que estamos llegando a ese para qué.
- ¿Hay que privatizar la sanidad o la educación?: ¿Sabemos que queremos? ¿Cuál es la cobertura mínima y la máxima? ¿Cuál es el gasto que perseguimos? ¿Cómo lo medimos? ¿Cómo seleccionamos a nuestros gestores? ¿qué más da que la gestión sea pública o privada si los objetivos, los índices de medida, los procesos de servicio estuvieran claros?
- ¿Hay que reformar la justicia?: ¿Qué justicia queremos? ¿Dónde está el plan para disminuir plazos, cuáles son los recursos, los índices de medida? ¿en cuanto tiempo?
Confundimos la herramienta con el fin, de ahí la politización de todas las actividades de la vida de los españoles: gerentes de lo público elegidos partidariamente, rectores de universidad, de hospitales, de patronales, sindicatos, ayuntamientos, tribunales superiores de justicia o de cuerpos de seguridad elegidos por su tendencia política, no por sus competencias, capacidades, habilidades y conductas.
Discutimos sobre las herramientas olvidando el fin al que nos tienen que llevar.
En el mundo empresarial corre desde hace décadas una leyenda comparándonos con los alemanes, según esto los alemanes desarrollan proyectos dedicando mucho más tiempo a la planificación que a la ejecución, justo lo contrario de lo que hacemos nosotros. No tengo datos para corroborar esta antigua leyenda, pero dejándome llevar de la intuición y en línea con estos párrafos creo que no medimos nada.
La información que llega al ciudadano está envuelta en la ideología, no en los datos y cuando nos hablan de datos no se pueden contrastar, porque en España, en el siglo de las comunicaciones no hay forma de seguir el presupuesto, al detalle, ni de ingresos ni de gastos. Es el presupuesto el que nos debe decir a cada uno de nosotros si es posible o no alcanzar ese objetivo superior de vivir mejor, no quien lo ejecute, ni como se ejecuta.
Los políticos, los sindicatos, la patronal están denostados por la mayoría de la población porque hemos crecido, tenemos mejor formación, pero ellos siguen relacionándose con nosotros como hace 34 años. Sólo mediante la ideología, lo que nos hace confundir las herramientas con los fines.
Nuestra Constitución es el faro que nos guía, los faros requieren mantenimiento, los políticos deben darnos datos, datos y más datos. Poner objetivos medibles en todas las facetas de la vida pública española y contarnos como se van a conseguir. Devolvernos una información clara sobre como van los índices de cada objetivo, dar transparencia a los presupuestos del reino, de las comunidades autónomas, ayuntamientos y en general de todo lo público, que podamos seguirlo, consultarlo y que sean nuestra base de decisión para el futuro.
Los españoles hemos crecido, han pasado 34 años desde aquel día que salimos de entre la niebla del pasado y ahora queremos ver el futuro, palparlo.
Si no se mide no existe, un estado moderno genera confianza en sus ciudadanos. Para generar confianza hay que trabajar sobre la experiencia de los que gestionan, la transparencia de los datos y la sinceridad de lo que se dice (corrupción)
La formación nos ha hecho adultos, hemos llegado a ello por intuición. Ahora hay que llegar al siguiente paso sabiendo que llegamos. El faro sólo marca el destino.
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Si no se mide no existe…ahí le duele y la “cosa pública” mide poco, por si le salen mal las medidas…