Parece mentira que empiece mi post cuasi llevándome la contraria respecto de mi anterior aparición. Hace poco compartía la sapiencia paterna (“Lo peor no es perder sino la cara que se te queda”) y ahora….debo compartir algo que puede parecer contradictorio.
Resulta que, a veces, uno gana pero sigue teniendo esa sensación de derrota. Vamos, que se te queda la cara echa un asquito.
¿Porqué cuento todo esto? Pues resulta que entiendo a Daniella, citando a mi querida Ainhoa y su post anterior. Mis experiencias profesionales me han hecho vivir en primera persona tres EREs. Sólo tres, me toca decir. Pero sin duda tengo claro el que más me impresionó: aquel en el cual me libré, hablando claro.
Aquel en el cual me dejaron claro, desde el principio, que no me afectaba. Que contaban conmigo. Que no estaba en la lista de afectados.
Lo que al principio era un respiro pronto se torció. Se torcía tu cara al ver a tus compañeros salir de las sesiones informativas. Se torcía tu gesto cuando una conocida compañía de outplacement (no me importa citarles, era LHH y aquello era el 2001) repartía manuales y sesiones grupales e individuales. Se te torcía el alma al escucharles, al sentir su impotencia e incluso sentirte culpable. Culpable de no verte afectado. Culpable de ser parte de una minoría afortunada.
¿Afortunado? ¡Anda ya! Pero claro…¿te cambias por tus compañeros, pronto ex-compañeros? Disyuntiva inadmisible. Te toca cruzar el Sinaí a tu manera, llevar una cruz que otros querrían llevar…y de protestar nada, que bastante.
Pero todo ésto es normal. Normal puesto que somos sentimientos, sensaciones, vivencias…realidades que no entienden a menudo de las reglas de la cabeza y, las cosas como son, tampoco de las del corazón…
Por eso es fundamental tener una visión global y previa de lo que supone un ERE. De lo que supone para todo el colectivo, no sólo para los que se llevan la peor parte. De como afecta a la productividad, de la influencia del miedo, del cruel guiño de la diosa Fortuna, de la impotencia ante la adversidad.
Que al fin y al cabo, un ERE es amputarte el brazo para sobrevivir a la gangrena de una crisis. Y por eso es tan importante garantizar la salud del resto del cuerpo. Garantizamos el propósito original, la razón por la cual nos asestamos el golpe. Un esfuerzo sin parangón tiene que ser más que válido.
RT @imarlab: ¡¡Puff!! Me he librado del #ERE…http://t.co/Yzkebj21PW #empleo #rrhh
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