La palabra responsabilidad proviene del latín “responsum”, que es una forma de ser considerado sujeto de una deuda u obligación. Se dice que se puede ver como la conciencia acerca de las consecuencias que tiene todo lo que hacemos o dejamos de hacer sobre nosotros mismos o sobre los demás.
También se refiere a la condición que uno tiene en el cumplimiento o cuidado al hacer o decidir algo, o bien una forma de responder, que implica el claro conocimiento de que los resultados de cumplir o no las obligaciones, recaen sobre uno mismo.
Parece que la definición y el origen etimológico de la palabra no abre espacio a dudas, sin embargo, de manera habitual, en nuestras organizaciones y por supuesto en nuestras vidas, buscamos causas o elementos que eludan nuestra capacidad de responder con habilidad a los sucesos a los que nos tenemos que enfrentar.
Afortunadamente ya casi no hablamos de la responsabilidad de la “crisis” como la causa de la no consecución de nuestros objetivos o retos, si bien seguimos buscando circunstancias ajenas a nosotros cuando no conseguimos que se cumplan nuestras expectativas o no conseguimos nuestros objetivos.
¿Qué nos hace comportarnos de esta manera? en la mayoría de los casos lo que buscamos es quedarnos tranquilos, conformarnos con decir que hemos hecho lo que hemos podido, que la responsabilidad de los resultados ha sido el mercado, el precio más alto, la no aportación de valor de nuestro servicio, etc …
Este tipo de expresiones nos ayudan a poner el foco fuera del ámbito de nuestras posibilidades, lo cual es humano y en cierta medida lógico; el problema es que cerramos el círculo con ellas y somos incapaces de reflexionar sobre lo que nosotros podemos hacer para solventarlas.
Nos movemos entre dos comportamientos, ser víctimas de nuestros problemas, cuando ponemos foco en el pasado, en aquello que ya no tiene remedio y que nos impide hacer un análisis que genere soluciones para cuando se produzcan hechos similares, o, por el contrario, ser protagonistas de nuestros retos. En este segundo caso, ponemos el foco en aquello en lo que realmente depende de nosotros, nos volvemos reflexivos, y, en algunos casos, incluso imaginativos.
Al final ser víctimas o protagonistas es una opción, y como tal, de nosotros depende la elección. Es lo mismo que la suerte, no es causal sino casual, es decir, podemos dejar que los acontecimientos nos apabullen y nos coman, o también podemos hacerlos nuestros y buscar cómo nos permitimos modificarlos para conseguir resultados diferentes.
Esto nos vale no solo para nuestros quehaceres profesionales, también es válido para nuestras circunstancias personales o sociales, lo importante es que pongamos el foco en nosotros mismos y en lo que nosotros podemos hacer, no en lo que los demás y las eventualidades pueden lograr.
Tú decides cuál es tu actitud y como te enfrentas a las coyunturas que te encuentras; pero no hagamos como ponía en los carteles del “saloon” en las películas del oeste, “por favor no disparen al pianista”, que él no tiene la culpa.
FELIZ MIERCOLES