El verano es siempre una época que invita a relajarse, recargar las pilas, mirar atrás y sobre todo a soñar con los proyectos de renovación que pensamos poner en marcha en cuanto llegue septiembre. Cuántos de estos sueños se convertirán en realidad dependerá tanto de nuestra capacidad para concretar el objetivo que pretendemos alcanzar, como de nuestro compromiso con la acción. No alcanzo a ver otra forma de conseguir que las cosas ocurran que “haciendo”, sudando la camiseta, y esperando que la pizca de inspiración que siempre esperamos que suceda, nos encuentre transpirando.
Acabo de leer uno de los éxitos de este verano, “Los ojos amarillos de los cocodrilos”, y he pensado en la tendencia a atrincherarse que tenemos todas las personas. La protagonista vive atrincherada en su matrimonio y en su trabajo, sin atreverse a salir de su zona de confort. No se atreve a intentar muchas cosas porque piensa que son difíciles, pero son difíciles porque no se atreve a hacerlas y entonces el miedo, la inseguridad, la atrapa y paraliza. ¿Cuánto de esta forma de pensar existe hoy en una sociedad en crisis como la nuestra? Una crisis no sólo económica sino social y política, en la que renunciamos a llevar a cabo ninguna acción para convertir en realidad lo que nos gustaría alcanzar y conseguir, y así atrincherarnos esperando que escampe y poder salir de esta.
Hay personas que viven con los ojos cerrados, que no se hacen ninguna pregunta y que nunca encuentran nada. Las preguntas son la clave que nos permite colocar las piezas del puzle, la llave a nuestra propia libertad, la que nos permite acceder a esas pesadas cadenas de pensamiento organizado y automático que solemos arrastrar y en la que nos escondemos. Luego está la constancia en el hacer, sin tener prisa, el sudar la camiseta que decíamos al principio, porque las cosas no suceden por casualidad. Y por último está el sentido positivo de la vida, un condimento esencial para poder cocinar la receta que pretendemos hacer, aquello sin lo que no hay aprendizaje, aquello que nos permite aprender de los fracasos, no sólo para no repetirlos, sino para sacarles todo el partido posible.
Todo esto es el pan nuestro de cada día para los que están al frente de la gestión de Personas en las organizaciones. Conjugar y sintonizar los objetivos personales y los profesionales, animar a las personas a intentar cosas difíciles, plantearse retos que les hagan crecer; desafiar el status quo de los procesos, de las formas de hacer de toda la vida, intentar y equivocarse como vía de aprendizaje. En ello se juega el futuro de las organizaciones y de las personas, porque imagino a que estas alturas nadie duda de que ambos van unidos y máxime en esta época de crisis.
Si este verano además de dejarnos un buen número de buenos recuerdos, finalmente nos empuja a sacar la nariz fuera de nuestra zona de confort, a movernos, seguro que acabaremos por descubrir que pasan cosas. Cuando este existe un objetivo claro y un compromiso con la acción , se cazan los estímulos adecuados o dicho de otra manera el que busca encuentra, aunque no sepa exactamente el que, acabará por encontrarlo.
Sé curioso!
Que bonito artículo, Juan Carlos.
Yo me pregunto ¿Por qué generalmente en verano, cuando estamos de vacaciones, nos planteamos dar un cambio? o lo que es lo mismo, salir de la zona de confort.
Cada septiembre, a la vuelta de vacaciones, se comenta entre compañeros voy a dejar de hacer esto… empezar a hacer lo otro… me doy hasta fin de año…
¿Por qué nos planteamos estos cambios en verano?, Es posible que al estar más relajados vemos la realidad personal y profesional desde otro prisma, con otros ojos. Esta mirada generalmente nos posiciona fuera de la zona de confort y nos lleva a plantearnos un objetivo y un plan de acción que promueve el cambio.
Pero… no sé por qué razón siempre encontramos un “pero” para no concretar los pasos planificados. Llegamos a la oficina, entramos en la dinámica diaria y allí nos vemos, envueltos por la costumbre. Al final, dejamos de lado nuestro Plan de Acción, nuestro querido objetivo ¿hasta cuándo?… ya buscaremos un mejor momento, hasta las próximas vacaciones de verano, o lo peor, hasta una situación personal y/o profesional crítica en la que forzosamente nos veamos obligados a retomar el objetivo y concretar nuestro plan de acción a toda prisa.
¿Por qué generalmente nos mantenemos en la zona de confort y no en el campo de la acción?… que es más aburrido¿?
Me quedo con “El que busca encuentra, aunque no sepa exactamente el que, acabara por encontrarlo”