Mis condolencias a todos aquellos que han perdido un ser querido y todo mi ánimo a los que tienen personas cercanas muy enfermas. Este post es para los demás.
Como animales sociales que somos, nuestra red de relaciones nos da bienestar, comprensión, oportunidades de crecimiento, modelos a seguir, reconocimiento, arrope. Pero, ¿qué pasa cuando la cajita en la que me mete la sociedad entra en conflicto con el concepto que tengo de mi mismo? ¿O cuando la cajita en la que yo mismo me he metido limita mi crecimiento?
Nuestra sociedad encasilla con facilidad, mete a cada persona en cajitas etiquetadas, de las que se desprende una proyección a futuro en base a los comportamientos pasados. Todos lo hacemos a diario y tiene su sentido práctico: nos permite tener relaciones fluidas con las personas, sin tener que evaluar constantemente a quién tenemos delante o cómo tratar a esa persona.
Cuando conocemos a alguien por primera vez, nos tomamos el tiempo para descubrir qué tipo de persona es, si puedo confiar en ella, si es buena en estas o aquellas tareas, si llora o ríe cuando está bajo presión. Para cuando creemos tener suficientes indicios de nuestro criterio, ya hemos empapelado a la persona de tantas etiquetas que nos impide ver nada más allá. Esa persona para el etiquetador ya no es quien es, si no el resultado predictivo de sus percepciones, y la trata en consecuencia. Lo mismo ocurre internamente para cada uno de nosotros: nos colgamos etiquetas hasta que no somos capaces de ver más allá del resultado de nuestras acciones pasadas.
¿Qué pasa cuando mi sistema de etiquetas pone en cuestión mi supervivencia, cuando la realidad que nos rodea requiere de un re-etiquetado profundo? Ayer tenía un equipo a mi cargo y hoy formo parte de un erte. Ayer tenía un negocio que me permitía prosperar y hoy sólo tengo una deuda creciente. Ayer tenía la certeza de pagar la hipoteca y hoy no sé cómo voy a alimentar a mi familia.
No tenemos control en el corto plazo sobre las etiquetas que los demás nos colocan, pero sí lo tenemos sobre las que nos atribuimos a nosotros mismos. Etiquetas como “ya soy mayor para cambiar” o “no valgo para esto” o “no soy buen@ con la tecnología” o “siempre la cago en los momentos decisivos” forjan nuestro comportamiento de la misma manera que lo hace el “puedo aprender”, o “no sé cómo saldré, pero confío en mi” o “saco lo mejor de mí en situaciones difíciles”.
Afrontamos un verano post covid19 que va a noquear la mayor fuente de ingresos del país, el turismo, y se va a llevar a miles de empresas y empleos por delante. El bienestar de muchas familias está en cuestión. Hay muchos datos que no tenemos sobre el futuro inmediato, pero podemos trabajar desde hoy nuestras etiquetas limitantes sobre nosotros mismos y nuestras capacidades. Cada uno de nosotros va a necesitarse a sí mismo más que nunca. Es muy distinto ser capaces de darnos apoyo frente a darnos latigazos de preocupación, de confiar en nuestro potencial de aprendizaje frente a centrarnos en nuestras carencias. Esta es, en mi opinión, la primera herramienta para adaptarnos a lo incierto.
¿Qué nos lo impide? El enroque del “yo soy así”. Es muy nuestro el “¿me vas a decir tú ahora lo que puedo y no puedo hacer? Me conozco perfectamente y he vivido situaciones similares muchas veces antes. Sé cómo reacciono. Yo soy así. Y al que no le guste que arree.” Y tiene toda la pinta de que, en este nuevo contexto, desde el “yo soy así”, los únicos que vamos a salir arreando vamos a ser nosotros mismos.
Vivimos una situación excepcional que requiere cuestionarnos qué nos es útil y qué no en nuestras alforjas. Vamos a necesitar pensar distinto sobre nosotros mismos para desarrollar nuestro potencial y abrir posibilidades. Y el primer paso para creérnoslo es reformular qué me cuento sobre quién soy y qué puedo hacer.
Cada obstáculo puede ser una carretera cortada o un instrumento de crecimiento, siempre que crea en mi potencial de cambiar. Por eso invito a un pequeño cambio en el diálogo interno y pasar del “no valgo para” a “todavía no valgo para” y trazar un plan para conseguirlo.