Que los tiempos actuales son difíciles para todos no es ningún secreto. La mayoría de las organizaciones reconocen haber llevado ya a cabo ajustes, aunque ello no parece ser suficiente.
Un elemento diferencial de esta crisis es su profundidad, nadie sabe donde está con claridad su origen ni se atreve a determinar su duración. Lo que si parece claro es que las reglas del juego van a cambiar, hay un antes y habrá un después muy diferente. Una de los conceptos clave en estos nuevos tiempos que se nos avecinan desde la perspectiva de las personas, o mejor dicho de la manera en la que las organizaciones van a tener que gestionar a sus empleados, es la libertad. Hay que primar y potenciar la cultura de la libertad en nuestras organizaciones. Los hombres libres que dicen lo que piensan con valentía y sin miedo.
Las nuevas reglas de juego imponen también la rapidez en la toma de decisiones, análisis y ejecución rápida. También una clara apuesta por la innovación desde cualquier rincón de la organización tanto en las relaciones con clientes y consumidores, como en la operativa interna. Hay que trasladar el optimismo como declaración de podemos individual y colectivo y desterrar el pesimismo que se esconde en la falta de acción. Por último hay que medir todo, seguir buscando incrementar la productividad, controlar los costes y medir la innovación y la calidad de las personas.
El fomentar hombres libres es sin lugar a dudas uno de los principales retos. La mayoría de las organizaciones no están preparadas para aceptar y gestionar a las personas que dicen lo que piensan. Se busca la uniformidad; las opiniones distintas, tan enraizadas en el sistema de creencias de muchas compañías, no están bien vistas, se consideran algo pernicioso que consume tiempo y esfuerzo. También se potencia la construcción de una cultura en la que no hay espacio para el error como oportunidad de aprendizaje, el no reconocimiento a las carencias, por lo que muestra de tus debilidades significa; lo apropiado es entonces esconderlas a cualquier precio.
Es el momento de trabajar sobre los valores, creencias y normas de comportamiento sobre los que actúa la organización tanto interna como externamente. Identificar aquellos facilitadores y frenos que puedan favorecer o retrasar los cambios e involucrar a los lideres como agentes protagonistas que cuestionen lo que hacemos y el cómo lo hacemos.
Sólo desde la lógica del desarrollo y la creación de un espíritu colectivo de trasformación y cambio que aglutine lo cuantitativo y lo cualitativo en un conjunto de valores inspiradores, es posible trasformar las incertidumbres y amenazas en oportunidades.
¿Cómo hacemos que todo esto surja en nuestras organizaciones? Habrá que trabajar en sintonizar y conectar la estrategia de negocio con la cultura organizacional, las políticas internas y el estilo de liderazgo.