Pasaban los días, desde que se había incorporado a su nueva función no dejaba de pensar lo que tanto había pensado antes de dar el sí definitivo. No le había ocurrido nunca, por lo menos en los últimos veinticinco años y en ese tiempo había pasado por momentos realmente difíciles.
Al poco tiempo de empezar se encontró con un viaje inesperado, a liquidar las mercancías excedentes en uno de esos países de nombres impronunciables, más allá del mar Negro, y lo consiguió.
De vuelta en España, le dejaron solo frente a una de las auditorías más complicadas que vivió, todo para formalizar un proceso de de venta y de cambio de accionistas. Salió de aquello por los pelos, fueron tres meses de los que nunca se olvidaría en el futuro.
Terminada la auditoría e incorporado el nuevo dueño, un fondo de pensiones americano, comenzó la era de la expansión, recorrió primero gran parte de la península y luego hispano América; en total 53 centros de trabajo nuevos y más de 3.000 millones de euros de retos. Por fin llegó el día de volver a casa. Se sentía como el comandante que volvió de Vietnam, dos palmadas en la espalda y una posición de segundo nivel que no llevaba a nada, pero tenía la promesa de Presidente y del CEO.
Un año después, del regreso le mandaron a primera línea, a reflotar la última compra, en quiebra y con la cotización suspendida en medio mundo, por no decir en todo él. Volvieron las largas noches, los fines de semana bajo la lámpara del despacho, los números que no cuadran, los equipos ineficientes, la soledad frente al destino. Así han pasado los últimos cinco años y cuando empezaba a respirar le proponen un nuevo cambio. “Eres nuestro mejor hombre, te necesitamos”
Atrás quedaron los padres, el crecimiento de los hijos, la familia, las partidas de cartas con los viejos amigos y la amistad sincera. Ya no era joven, pasaba de los 50, su cuerpo estaba moldeado por el gimnasio al que intentaba, tantas veces ir; sus modales se habían curtido en los mejores restaurantes del planeta. La mirada inteligente y tranquila desbordaba experiencia, con cierto grado de amargor.
“Eres nuestro hombre, te necesitamos”. Dueño y señor de la nueva compra a nivel EMEA. Un hombre de paja, sin poder real, elevado a las alturas y cabeza de turco para lo que ocurriera.
¡No quiero!, ¡no puedo!, ¡no lo deseo! ¡Tengo que hacerlo, que remedio, no está tan mal! ¡No quiero!.
Aceptó y, por primera vez no durmió. Está esperando que Pilatos se lave las manos, sabiendo que él es la mugre, no la uña.